27 agosto 2006

Balance de la propia vida


(Por Alfonso Aguiló)
Hay vidas llenas de aparente éxito que son profundamente infelices y están dominadas por el desencanto ante ese estilo de vida, quizá espléndido en sus resultados, pero que se percibe como suplantador del que se hubiera debido tomar.
A muchas personas les cuesta abordar esa pregunta tan sencilla y tan crucial como es ¿por qué y para qué vivo?, ¿qué sentido debe tener mi vida? Tienden a eludir esa cuestión, a aplazarla continuamente, como esperando a que la misma vida se lo acabe descubriendo.
Lo malo es que, si lo retrasan mucho, corren el riesgo de encontrarse un día con la impresión de haber vivido hasta entonces sin apenas sentido. Y cuanto más tarde sucede esto, más difícil resulta corregir el rumbo. Tanto, que a muchos entonces ese descubrimiento les llena de angustia y lo sepultan bajo la adicción al trabajo, una pose escéptica o un activismo irreflexivo.
Hay etapas en la vida que propician más esa tendencia a hacer balance de la propia vida: la adolescencia, el término de los estudios, la crisis de madurez de los cuarenta o cuarenta y cinco años, la jubilación, la pérdida de facultades propia de la entrada en la ancianidad, etc.
En muchos de esos balances existenciales es fácil pensar (en muchas ocasiones con poca objetividad) que se podría haber hecho mucho mejor uso de ese tiempo de vida ya consumido. Y por eso pueden dejar un cierto sabor amargo, de lo que pudo ser y no fue, de tantas limitaciones, de tantos errores y fracasos.
Pero también esas crisis pueden ayudar a rectificar una vida equivocada. Serán útiles en la medida en que ayuden a tomar conciencia de los errores (y descubrir, por ejemplo, que había bastante mediocridad, o que junto a un cierto éxito exterior se ha llegado a una situación de grave empobrecimiento interior, o que se estaba demasiado centrado en uno mismo, etc.). Podemos sacar provecho, y mucho, en la medida en que ese balance se aborde con ilusión y esperanza de cambiar, sin ignorar las conquistas y aciertos pasados, y sin hacer tabla rasa de todos esos empeños que valieron verdaderamente la pena y que también jalonan nuestra vida.
Es cierto que los viejos hábitos ejercen sobre nosotros una inercia muy fuerte, y que romper con modos de ser o de hacer muy arraigados puede resultarnos verdaderamente costoso. A veces, no nos bastará con sólo una firme resolución y nuestra propia fuerza de voluntad, sino que necesitaremos de la ayuda de otros. Para superar hábitos negativos, como por ejemplo los relacionados con la pereza, el egoísmo, la insinceridad, la susceptibilidad, el pesimismo, etc., puede resultar decisiva la ayuda de personas que nos aprecian. Si se logra crear un ambiente en el que resulte fácil comprender al otro y al tiempo decirle lo que debe mejorar, todos se sentirán a un tiempo comprendidos y ayudados, y eso es siempre muy eficaz.
La reflexión sobre la propia vida aleja al hombre de la visión superficial de las cosas y le hace recorrer su propio camino. La vida le presenta numerosos interrogantes, de los que normalmente sólo obtiene respuestas parciales e incompletas, pero con una reflexión frecuente puede lograr que la multitud de preocupaciones, afanes y aspiraciones de la vida diaria no desvíen su atención de lo realmente valioso.
Por eso es importante que el goteo de pequeños esfuerzos cotidianos no ocupe con tal fuerza el primer plano de nuestra atención que deje sin espacio para las cuestiones de verdadera relevancia.
  • interrogantes.net
  • Puentes-Coronas Dentales


    PUENTES-CORONAS

    Puentes-coronas: conocidas tradicionalmente como "fundas". Cuando un diente está muy debilitado o es necesario reponer otro se puede recurrir a este tratamiento.


    Consiste en tallar el o los dientes y confeccionar una estructura que recubre perfectamente el diente, sirviendo de protección o de apoyo para "soportar" otros dientes. Lo habitual es que conste de una estructura interna metálica recubierta por porcelana, imitando el color y la forma de los dientes naturales

    Sólo presentaremos una de las variadisimas situaciones que se dan en la clínica. Cada caso requerirá un estudio y tratamiento individualizado.


    En el caso presentado soslayeremos detalles técnicos para intentar dar una idea clara e inteligible de este tratamientoSólo presentaremos una de las variadisimas situaciones que se dan en la clínica. Cada caso requerirá un estudio y tratamiento individualizado.Paciente con ausencia de un diente, malposición de otro, movilidad completa de un tercero y caries en un cuarto


    Con unas radiografías comprobamos el estado de las raíces y del hueso.
    En nuestro paciente se comprueba como el primer premolar no es recuperable y es necesario exodonciarlo



    El puente se apoyará en los dos dientes contiguos


    Después de endodonciar los dos dientes y colocar un "perno" para dar solidez a los "muñones" se "tallan" los dientes y se preparan para tomar medidas.






    Durante el tiempo de preparación de la prótesis, el paciente llevará un "puente" provisional
    El laboratorio envía la "prueba de estructura". Es la base metálica que se ajusta al diente y es la que soporta la fuerza de la masticación

    Depués de la prueba de la estructura se coloca la cerámica. Es el material que nos proporciona una estética similar a los dientes naturales.



    El puente recien colocado en la boca.
    Además de sustituir los dientes ausentes y modificar las anomalías de posición preexistentes, logramos normalizar la función masticatoria.


    22 agosto 2006

    Optimismo: el gran motivador

    Matt Biondi, estrella del equipo de natación de Estados Unidos en las Olimpiadas de 1988, abrigaba muchas esperanzas de igualar la hazaña de Mark Spitz en 1972: ganar siete medallas de oro.
    Sin embargo, Biondi quedó en un tercer puesto en la primera de las pruebas, los 200 metros libres; y en la siguiente carrera, los 100 metros mariposa, fue de nuevo relegado a un segundo puesto en el sprint final.
    Los comentaristas deportivos predijeron que aquellos fracasos desanimarían a Biondi, que había partido como favorito en ambas pruebas. Sin embargo, y contra todo pronóstico, su reacción no fue de hundimiento sino de superación, pues ganó la medalla de oro en las cinco restantes carreras.
    El optimismo es una actitud que impide caer en la apatía, la desesperación o la tristeza ante las adversidades. Como ha señalado Martin Seligman, el optimismo (un optimismo realista, se entiende, porque el optimismo ingenuo puede ser desastroso) influye en la forma en que las personas se explican a sí mismas sus éxitos y sus fracasos.
    Los optimistas
    tienden a considerar
    que sus fracasos se deben a algo
    que puede cambiarse,
    y gracias a eso es más fácil
    que a la siguiente ocasión
    les salgan mejor las cosas.
    Los pesimistas, en cambio, atribuyen sus fracasos a obstáculos que se consideran incapaces de modificar.
    Por ejemplo, ante un suspenso, o ante el paro laboral, los optimistas tienden a responder de forma activa y esperanzada, buscando ayuda y consejo, mirando hacia delante, procurando remover los obstáculos; los pesimistas, por el contrario, enseguida consideran esos contratiempos como algo casi irremediable, y reaccionan pensando que casi nada pueden hacer para que las cosas mejoren, y no hacen casi nada: para el pesimista, las adversidades casi siempre se deben a algún déficit personal insuperable o a la confabulación del egoísmo y la maldad de los demás.
    La cuestión clave es si uno seguirá adelante cuando las cosas resulten frustrantes. El optimismo es muy importante en la vida de cualquier persona, y en la tarea de educar, se podría decir que es imprescindible, pues la educación, en cierta manera, presupone el optimismo, porque educar es creer firmemente en la capacidad del hombre de mejorar a otros y mejorarse a sí mismo.